al luminoso Rubén Dario
Desecho este sentimiento por negativo
pero un poco lo comprendo
a ese infantil egoísmo
que se aferra a lo muy querido
porque es lo que nos hace distintos,
nos labra, con punzón fino
nos desbasta, nos talla a capricho
y me hizo ayer y hoy me rehace
que hace quién soy... yo mismo:
aferrarse fiero al materno seno,
a la luz de los juegos de infancia,
al sabor del primer beso, y como se esparce
por el cuerpo con aromas de gracia,
a esos amigos que te leen el alma,
a lo que en el vivir se te escurre,
a pérdidas que te revelan tan impotente
que llagan con fuego las palmas,
a seres, vivencias, a historias aferrarse,
aunque veas que se escurren
entre los dedos como aguas.
Entiendes Isabel, porqué esta sensación
de orfandad, al perder también tu palabra,
que abre un vacío que llena de aprensión.
Callarán tus palabras de la emoción vehículo,
dejarán de reverberar libres en casa,
parece que se rompe otro vínculo,
una tradición casi sagrada
de empezar el fin y el cabo de la semana
con el sedimento que dejó el programa.
Y querer más de él, vuelto herramienta,
ya un lejano día, una manía sana
que se practica por más de una década,
para crecer, y sentir que sientas,
a un fiel amigo, a la sacra mesa
para disfrutar un café, el crujir de una tostada
o del alma que se desmiga indefensa
ante un testimonio doloroso vuelto garra,
a evocadoras músicas que se oyen,
también risas, anécdotas, críticas,
a cuatro preciosas horas por delante,
al excitante ejercicio de la cultura dinámica;
que entiendo la desazón de los oyentes,
la hago mía, soy uno de ellos
pero claro que acepto Isabel tu elección,
sabiendo que el libre albedrío es un mito
que siempre pesa en una decisión
causas por encima de nosotros mismos.
Se crearán en el camino las marcas
por donde se habrá de seguir,
pero eso no quita que se nos quiebre el alma
ante esta nueva orfandad, Isabel.
Marvilla©
Terrassa, 19 de noviembre 2017
(a Miguel Hernández)
APUNTA dorado el rayo puntual,
Da de pleno su audacia sensual
En la piel de lo pueril, y la exalta;
En la curva vulgar, que realza.
Esteta que hace eso a lo banal,
Se recrea más aún en lo sublime,
En la pura belleza adormecida
Que rescata de letárgicas horas,
Al bañarla en rotundas auroras,
Emerge de aureolas flotantes vestida.
El rayo que se muestra intratable
Como si nada, matices del negro
Halla en finísimas grietas de Marte.
Frente a su estocada el blanco
Sangra en brillos fantasmales,
Pecadores, lácteos, maculados
Que hieren como fieros animales.
No es casual, el rayo que no cesa
Fue gestado en tormentas solares.
No deja sin conquistar ni una fisura,
Sin hollar la más ínfima esquina
De cumbres, bosques ni llanuras.
El rayo constante, cada día invade
Curioso e insaciable las sombras
Que ya venció en otras jornadas.
Y así otra vez llega hasta mi orilla,
A rugir calurosos, radiales efluvios,
Nacidos en los confines del tiempo;
A mirar dentro de mi refugio
A través de las rendijas de mis sueños.
Traspasa los intersticios de las persianas,
El rayo que nunca para, el invasor de camas.
La mitad del lecho ya cede derrotada;
la deidad avanza por mi piel conquistada,
por la desnudez de mi conciencia.
Yazgo indefenso bajo una pátina gualda
Vuelto ídolo metálico, vetusta estatua,
Entre nubes de polvo que flamean,
Sobre mi osamenta coloridos cuestionables
Soy cautivo en galaxia de espurios diamantes
Por voluntad y capricho de mi estrella,
Que lanzará rayos que no cesan
Hasta mi último suspiro en la tierra.
Marvilla©
Terrassa 22 de julio 2017