En su tiempo fue irreverente torrente
puliendo afiladas rocas que rodaban.
Lascivos roces, filos en curvas trocaban
en incesante danza de brío refulgente.
Otrora límpidas, hoy sus aguas ofrecen
un sordo himno arrítmico y crepuscular,
jalando basura y desechos, languidecen.
La tierra abrían las raíces, en eterno coito.
Activa su savia corría en pos de los sueños.
Su copa rebozaba de cimbreantes retoños.
Era un tronco elegante asomado al infinito.
Aún se aferra a una tierra, como él reseca
y se comba mustio bajo un sol crepuscular,
recelando a la brisa entre la grama verdiseca.
A humus, a efluvios de vida, campo aromoso,
a terrones húmedos y a fruta madura olía,
campo nutriente, que coloridas tocas vestía,
azulando en lontananza su relieve montañoso.
Recorre hoy sus valles una estéril soledad,
se agiganta sórdido el silbido crepuscular,
retumbando de vacío, evidencia su fragilidad.
©Marvilla
Barcelona, 13 de Enero de 2015
Con un cuchillito
de punta alfiler
te robo la vida
el amo de cada
poro de tu piel.
Todas tus heridas
eran un rosario
de cuentas afiladas
del muy rojo calvario,
ciego a las miradas.
Con gesto rutinario;
con su frío cuchillito
tu alma marcaba
con la punta alfiler
que tus alas segaban;
emborrachado en hiel.
No tenías escapatoria
y el polvo del tiempo
se posa en esta historia,
en la que pierdes pie;
que se traga tu cuerpo
mareado, como en una noria.
No será él quién renuncie
a su humillada presa;
no serás tu quién denuncie,
la que abra esa puerta,
que de su golpe te distancie,
de su ser y sus rencores,
de la afilada punta
del cuchillito alfiler,
del amor de sus golpes.
En el letal cuchillito
hoy brillan mil rubíes;
-desgajada y sin brillo
muñeca rota de sueños-,
junto a ti yace tu verdugo,
grana rosa en capullo,
cual hilo mana, de su sien.
©Marvilla
Barcelona, 13 de marzo 2016