Fluye el tiempo libre, sin ataduras
se diluye absurdo,
por campos eternos, y ocres dunas.
Avanzan constantes
en manada, incontables los instantes,
siempre tan fieles,
volviendo finísimo polvo los linajes,
y solo agua, las nieves.
Van enlazados a las manos de la vida
y de la pálida muerte,
cuando tejen las ignotas dádivas
que el tiempo reparte.
Ley para todos los seres del planeta.
Así por los siglos
la evolución, en una callada empresa,
hizo ágil su labor,
y de entre todas, al ansioso humano,
coronó favorito,
que no niega su avidez con odioso arrebato,
pobre condenado.
Buscando en todo su propio beneficio,
domina sin piedad,
sin rubor, mil veces ajeno al raciocinio,
siente necesidad
de someter a su interés a aquel tiempo fugaz,
controlar la vida,
necio, petulante el humano que tal fabula,
sus ideas anota
y no le faltará inteligencia al ladino
para al sol subyugar
y de ingenio solar nace un matinal hilo,
mas, que la noche anula.
Pero la tozudez en el hombre no merma,
y en la idea persiste...
Sumerge al constante tiempo entre arenas,
en jaula de cristal,
en la oscura noche y la reluciente mañana,
con este artefacto
prueba domar al amo y señor de las jornadas.
Mas el tiempo
sigue su imparable ritmo, en eterna cadencia.
Ni con las aguas
de la clepsidra o con el fuego en obediencia
su triunfo es total,
pues sigue siendo de tal magnitud su afán
en ligar para siempre
a su voluntad al salvaje tiempo falaz,
y cual un verdugo
lo trocea: en horas, minutos y segundos.
Prodigios mecánicos,
firmes péndulos y campanas a contrapunto
cantarán su triunfo.
Uncido bien corto ya va el valioso prisionero.
Hoy va contigo
a tu muñeca esposado o colgado a tu cuello
cu, cu a cada tanto
ding, dong..., tic,tac..., febril y omnipresente
unido a tu sombra,
un opresor y puntual cronómetro rige tu suerte.
El hombre es siervo
del que fue su amo siempre, ése que rige su muerte.
©Marvilla
Barcelona, 24 de setiembre 2015
En llanura de yeso y sal,
en la aragonesa
tierra rojiza y ardiente
cual tétrica señal,
la torre de San Martin
en las noches de luna
hunde su seco puñal.
Un grito mudo provoca,
salvaje, que oye mi alma
y recorre Belchite,
ungiendo el polvo y la roca,
luego lamiendo hierbajos
entre torres mudéjares
a los fantasmas invoca.
La nada se despierta
nuevamente conjurada
en sombrío deambular
junto a mi alma alerta,
ya abre mi angustia
como una llave mágica
esta recia ciudad yerta.
El viento canta ululando
atravesando esas bocas
otrora puertas blasonadas;
hoy tanto agujero aullando
ruinas del renacimiento,
despojos de esperanzas
por un gigante arrolladas.
Rotas las higueras
agonizan retorcidas
y evocan en mi cabeza
tropas de negras pinturas
del genio sordo, de Goya
que con sus pinceladas
tantas fieras imaginara.
Late entre las ruinas
impotente el miedo,
un eco de malsano ego
que mis sentidos afina
remiro las chumberas
y veo racimos de granadas
como armas asesinas.
¿No era esta una tierra
donde la lluvia era extraña?
Mas veo un río que corre
que ya baja por la sierra
anegando la comarca
con granos de granadas
y retumbes de guerra.
Ya se cierne ese otoño
como rubí frío y ardiente
que a las Erinias despierta,
por tantos hermanos yacientes.
El horror revive en mi cabeza
con ahogos de llantos y penas
alud de imparable tristeza.
Y triste, y alba es la mano,
sobre mi hombro posada
y que me vuelva provoca
para encontrar la presencia
que ha revivido esta historia,
y que mis lágrimas besa
turbada por mi misericordia.
©Marvilla
Barcelona 12 de julio de 2015