Si te dispones a besarle la capa,
este zorro plateado
abrirá para ti todas las murallas
con la llave justa
que despejan la entrada del jardín
de las rojas manzanas,
donde los prejuicios mueren al fin
y todo tiene un precio
que pagarás a la hora cierta,
por haber penetrado
en esta jungla plena de fieras
en cautividad,
llena de lobos de fauces ávidas
y donde pasea
desatada y lúbrica la avaricia
con su romana
pesando por un amo, mil parias.
Que es una selva,
este agreste jardín del poder
de tan infecta
reunión de maleables vasallos
y de pérfidos amos.
Imponen aquí áureas medallas,
y toisones dorados
hay amplias y variadas ofertas
de revanchas exquisitas.
Los tronos son del mejor terciopelo
en sangre teñido
con infinitas cabezas de corderos
sacrificados en aras
de muchos promisorios futuros
como comprobarás
ya que el poder mucho exigirá
al nuevo aspirante
que debe tener una estrategia
voraz que guarde
reservas pocas e ingente cautela
para sortear sibilino
cuerpos enterrados bajo las teselas;
cimientos del camino
que hacia un vasto olimpo eleva
o recto da al abismo.
Hay confusión en este reino
insano en si mismo
cual de Escher una estampa,
enredando el juicio
de individualismo enfermizo,
hambrientos demonios
roen almas con sus cuchillos,
en esta imparable
ansia por ser todopoderosos
ogros de vanidad.
Esta forja de paranoicos
es caldo de ruindad
tanto poder mal conquistado
corrupto y amoral
cepo cerrado con candado
envuelve el corazón
de unos locos sin retorno
en arpías convertidos,
en viles engendros amorfos
que más poder ansían.
©Marvilla
12 de diciembre 2015
La ciudad me recibe
con húmedos besos
de niebla
que dicen:
ya estás de regreso.
Va desperezándose
líquida,
silente y soñadora,
siempre majestuosa y mítica
al rayar la aurora.
Fantasmal
me protegerás
entre algodones blandos
que a mi paso tejerás.
De a poco
te vas despojando
de terso abrigo de armiño
y te vistes de añil,
coqueteando,conmigo
admirador rendido
a tu elegante
y añejo esplendor.
Igual pasó
aquel verano ya ido
do igual me entregué
sin rubor.
Es Budapest,
esa graciosa dama
testigo
de infinidad de historias
por siempre
al Danubio ligada
y al que ha atado
con puentes
tan prodigiosos
y tan recios
para aunar
ciudades y gentes.
La del río
de aguas profundas
con su ritmo
de valses azules
promesa
de eternos amores
y refugio
de almas sin tumbas.
Budapest humo,
maternal caricia
a la tarde
te aromas de canela
siendo de noche
picante paprika.
Con venas de hierro
que surcan
sinuosos, chirriantes,
dorados tranvías.
Hay cornejas osadas
que chillan
y alborotan tu vida.
Asomadas en las cornisas,
a los tejados,
un coro clásico
de héroes y dioses
en mármol
o rosado alabastro
espían tu rutina
con gráciles poses.
Tachonas tu noche
de inventadas estrellas
reflejadas
en las dormidas
aguas retintas
las luces que bordan
tus maravillas
con hilos de oro
que brillan.
Develar tus signos
no fue menester
oí tus cantos; intuí tus claves,
tan radiantes
dentro mi corazón
hacia mi ser
potentes llaves.
Tendré pronto que partir
en breve
llegará el fin
de este romance.
Me elevaré
hacia tus nubes
y tu, otra vez,
modosa
te embozarás
entre visones.
©Marvilla
Noviembre 16 del 2015