No somos más que una zanahoria,
entre el humus medrando silenciosa,
que el ganado rumiando su existencia
para ser pasto en un supermercado.
Mira la pasión de una letal amanita muscaria
oculta bajo su inocente rojo tocado
Nosotros no somos menos que ella
tan solo otra raíz de la vida.
Iguales a esa bacteria o acaro que sin querer
rozaréis al tocar vuestra propia piel
o al acariciaros envueltos de deseo
o cuando a un amigo besáis o selláis
un trato con un apretón de manos;
clara energía abriéndose camino,
distintos y lo mismo somos.
Con vida ofrendas a la muerte,
a todos sin distingo de especie o tamaño
nos vean o no, hay un final para todos;
impreciso mas al fin igualitario y justo.
La inmortalidad fue dada a los dioses
aunque de ese privilegio
no hay fiables testigos al tanto
de la muerte todos tienen aviso,
por el simple hecho de estar vivos
en este mundo por nosotros conocido.
O en esos otros a penas intuidos
o ignorados o a nuestros ojos invisibles.
Habitamos y así mismo somos habitáculo
del devenir de tanta vida;
aceptando o negando la imagen,
somos morada para soportar más vida.
De la tierra hoy somos
y ayer del materno seno, a la vez
azarosos e indefensos moradores.
Hábitats y habitantes,
visibles e invisibles
somos todos vitales accesorios
en este juego ilusorio.
Incluso el ínfimo grano, la recia roca,
lunas, planetas, satélites o galaxias,
y a su vez lo que aún no conocemos,
lo que de tan mínimo no vemos
o mora en los negros marinos abismos
vive bajo esa ley ajena a toda lógica,
o ilógica en toda regla,
atados a una esencial cadena
en esa entente de pura estrategia logística,
reciproca, consuetudinaria, fortuita, impuesta
o aún sin comprender el magno sentido
de esta convivencia del depredador y su presa.
Es una razón morbosa la supervivencia.
Es una razón morbosa la reproducción.
Es una relación morbosa al fin la convivencia
de víctima y asesino;
de preso y carcelero;
de cuerpo y enfermedad;
de la factible cura y de la plaga.
Afanosa es la vida criatura en cualquier morada
-peor para el que en todo esto piensa-
verá en este juego o divertimento
-tal cual el de las muñecas rusas-
el invento de un chistoso o un cínico.
Nos aloja la tierra y somos fértil terreno
para la parasitaria batalla de la vida
por la epidermis y también justamente
visceral lucha interior en las vísceras.
Casero del microbio e inquilino del planeta
en un equilibrio delicado siempre
en ambas situaciones,
vidas tratando de matar al sentiros atacadas
tratando de aniquilarme vidas, si os incordio,
dándonos cuidados si nos beneficia,
quitándonos amparo si os perjudica.
Acogedores y acogidos; aliados y amigos,
acogedores y acogidos; rivales y enemigos.
Solidarios o traidores
según el cristal con que se mire
en una espiral de ida y vuelta
desde el microcosmos o viceversa
hacia el vasto cosmos
desde las masas visibles,
invisibles e inimaginables
en lucha por la supervivencia.
©Marvilla
Terrassa, 26 de Enero 2019
I
Indefinible sustrato es la húmeda cuna
y el azar la regla escrita en el viento
que nace desde imprevistos rincones,
sujeto a reglas de química y
de física cual hadas de cuentos,
las que llevaron por sus caprichos
a la semilla y la tierra hacia un beso,
hacia el instante inicial del deseo.
¿Porqué esa semilla, solo ésta lo sabe o
porqué en este trozo de tierra indefinida
la semilla intuye que se hará carne?
Solo la una y la otra lo saben.
¿Y el lugar dónde surgirá la fuente de saliva
qué grumos de turba irrigaría o arenas o grava,
o penetrante humus pronto roturarían
afanosas lombrices con vastas galerías
de oscuridad, minerales y húmedas?
¿Qué voluntades gestaron esta semilla madura,
cuáles este brote lanzaron al viento,
este esqueje izaron al cielo?
¡Solo ellas dos lo sabían!
II
Había un plan definido certero
en el color pardo de la nubes
preñadas de lluvia y en la ávida
sed del terrón de olvidar que esta seco
mientras se enchumba se nutre de vida,
se brota de brazos nervados que enraízan
en esa noche y se aferran desesperados
silbando promesas de ramas y hojas,
de flores y frutos mientras la yema,
en su porfía, rompe la corteza
con toda su voluntad, la raja
con una lengua lumínica verde,
con tal ímpetu, que en el aire restalla.
III
Luce añoso tronco ya sus luengas ramas,
ocultas se ovillan profundas las raíces
del árbol poderoso de la pura vida.
Ese afán hacia el cielo de la luz,
esa fuerza que nace del centro de la tierra,
ese rumor de vida imparable
que mecía hojas entre la suave brisa y
en alba expiran en la boca de una tromba.
Son la ofrenda que renueva y recicla,
nueva fronda y otro horizonte se araña.
Es la sucesión frutal jugosa o florida
como un imán para lograr experiencia
de la rama que se estira, se curva,
se retuerce y engrosa como un tronco
en otra nueva rama cardinal; que emerge
radial y se centra en su propio viaje
desde el este hacia el funesto oeste,
en una lenta y concienzuda porfía
que da nueva savia como ondas,
como ciclos, como anillos, como historias
que al ufano tronco matices le añaden.
Ensanchan su corteza, suman muescas,
nuevas cicatrices cual medallas avalan
este poderío nacido de tanto sacrificio
en aras por vencer los días venideros,
los años siempre de acertijos henchidos
y el inconsciente deseo de seguir este viaje
-más allá de saberse unido con cepo
por el todo y por las partes a la tierra-
sin dar un solo paso real y sin embargo
avanzar imparable hacia tantas metas
como un núbil ejercito de botas marchan
cruzan los siglos y exudan la fresca savia.
©Marvilla
Terrassa, 29 de Marzo 2019