Un banco como tantos,
en una plaza sin nombre,
en un parque desolado.
Un banco intrascendente
simple como sus maderos
y el árbol que vertió su savia
en el bosque de sus recuerdos.
Un banco descascarado como
un anciano sabio y muy quieto.
Plantado en un sitio hace años;
ni muy asoleado ni dormido de sombra,
contento dando reposo al cansado,
una solitaria isla al que imagina
en un libro una aventura u otra vida.
Discreto si vas a llorar con él tu pena,
íntimo con los amantes abrazos
entre besos arde, se queman sus maderas.
Ante toda situación mesurado escucha
como el terapeuta más ponderado
oye tus emociones y no importuna.
En canículas con solos de chicharras,
en noches sibilantes de búhos y sirenas,
Cuando la lluvia le lava de tristezas y
del escamoso óxido de sus hierros,
o si la nieve de utopía lo disfraza,
evoca sus historias de banco o
del campo henchido de naturaleza
y como nadie mira, llora a su manera
ahogos resecos sin derramar ni una gota.
Mas hasta para un banco sale el sol
y los rayos calentitos traen confidencias;
-aunque no sea un bruñido banco de iglesia-
oye ruegos, promesas, pecados, perdones,
muy atento, tolerante y compasivo
y en su sino, aún vivos
guardan las maderas los anillos
señal del tiempo lejos de su tierra.
Y por eso te recibe como una lucerna
que le ilumina su vida de sueños
y hasta regresa la savia a sus maderos;
-se lleva el desarraigo, y de la soledad
ese tizne del carbón negro del miedo-
con tanto pudor y sin petulancia.
Y eso que aún lo juzgas un simple banco
en todo falto de la más mínima importancia.
©Marvilla
Terrassa, 8 de Marzo 2018
¡Camina Lázaro...!
Yo sé de esos impasses
de las regiones del blanco
marasmo de las sábanas,
peso de losa, mortaja.
En el perenne dolor que nos rompe
sacar fuerza de las llagas,
aferrarse a la punta de la cuerda
que nos iza al impulso
de sobrehumana fortaleza
salvadora de pantanales espesos,
del leviatán y sus besos.
Pisa de nuevo la fría tierra de los que
están solos y camina...
Ondea en puro aire, los sentimientos,
finísima la piel del alma hecha trizas.
En la base del cuello
en la curva de la nuca acuna la irónica sonrisa
de todas las vidas hasta encorajar tu risa
en la más sonora carcajada
del que desenvainó su espada,
se batió con la desesperanza
como un irresponsable solitario
luciendo el pecho descubierto.
¡Ingenuidad mundana!
Con la vida al fin, Lázaro
todo es una empresa perdida.
Y a pesar de todo es la batalla
lo que nos vuelve únicos,
incongruentemente apasionados,
incomprensibles lázaros
resucitando tantas veces.
©Marvilla
Terrassa, 28 de Marzo 2018