A las seis de la mañana mis días tienen una persistente mudez
de tiempo consumido, que en esa hora quieta de la mañana
me acerca benigna, como un augurio, la paz de los muertos,
una paz que cobra cuerpo con calma en la quietud de mi cama.
Aunque haya un sol vendiendo justicia en mis ventanas;
aún cuando el horizonte se cubra con grises sombreros de fieltro;
o en esos días velados de un morado mortecino preñados de nieves;
O pese a un cielo bochornoso de azules como promesa infinita;
y sobre todo, si el escenario se envuelve
en plateadas gasas de nebulosa melancolía,
esa hora de silencio, de paz azulada, siempre me calma,
en una fraterna comunión en pacífico silencio.
Como un lenguaje que ahora al fin entiendo
que he ido cribando durante los años del ruido.
Ya he visto tantos amaneceres rayando en mis persianas...
¿Habrá hoy lluvia? Otra vez saltando
hacia un abismo inconsciente.
Lanzándose para que se la trague la tierra sedienta,
siempre como unas manos abiertas,
esa misma tierra que a los muertos recibe,
democrática, sin un solo prejuicio, sin rasero,
una región abierta de miras,
sublime y que guarda para todos su caricia mineral,
la cobija para templar cuerpos de rotos sueños,
de los besos que no dimos y de los besos perdidos,
de las primaveras y de sus mustias flores,
y de los duros vividos inviernos.
¿Habrá hoy nubes?
¿Nubosidad variable como las conciencias,
un cambiante rebaño trashumante, en éxodo marchando
a dónde, no se sabe?
¿Harán algún alto en mi hacienda
y que bajo sus sombras maduren
las esperanzas en mi nombre?
Ya lo se, mucho tiempo ya no queda,
y este rebaño de hembras volubles sujetas a los caprichos,
de improviso partirán, cuando se hinchen sus velas,
en cuanto el viento las sople.
Entre las sábanas me embozo, en esa hora temprana
me arrebujo entre maternales mantas
envuelto entre las incógnitas mundanas.
En una vigilia que llena de sonidos el silencio,
bajo estas cobijas, mi pensamiento corre como un trashumante.
Bajo estas cobijas hay una promesa segura del fin del bullicio,
hora incierta que se intuye por contraste,
y un mudo silencio que se expande.
©Marvilla
Terrassa, 10 de Junio 2017
Huye esquiva. Vertiginosa.
Cada día a mi lado pasa, atareada,
en sus cosas, cruza mi ventana
madrugadora, en todo metida
revolviendo en todas las salsas.
Creo que la detengo y... pasa.
En buena fe lo creo, cuando amante
a ti te beso, parece intrigada,
vacila como de otro talante,
al fin rechazo mi vano anhelo
ni en el amor esta interesada.
Siiiiiigue, activa, sin pausa, intratable.
Hoy parece que se detiene aturdida;
los medios narran crónicas de tragedias,
de instantes en vilo, pronto olvida
los rostros de dolor, del llanto escapa
y gira rauda en una nueva esquina;
ya lejanas las muertes se callan
ante el vértigo que da su huida.
Continúa, sigue como bala frenética
lanzada y ansiosa no ve la belleza.
No mira ese campo de aromas,
el pasional vestido de amapolas.
Los soles nacen floridos, sangrantes
mas ella ya ni los mira; indiferencia
ilumina su mirada, brillos de orate
oscurecen lunas llenas gigantes.
Las pequeñas cosas están azoradas,
la fuerza de lo simple ayer efectiva
ante su frialdad cae de rodillas.
En un cajón guardó sus siestas,
ya no toma café en la sobremesa,
no tiene tiempo y toma pastillas
para no pensar en sus prisas.
Sin respeto la aburre la charla,
filosofar para ella es un fastidio,
la cultura no detiene su marcha.
Ninguna obra de arte es de auxilio
para darle una dosis de calma.
La mayor frialdad anima su urgencia,
me asusta su inhumana correría.
Matar la más mínima simpatía
necesariamente invoca desgracias.
El fin se cierne como una aberración
sobre la grupa, apremia a latigazos
irracionales que dicen: ve más de prisa.
Es ya pura inercia lo que impide parar.
El sosiego y la reflexión agonizan
pisoteadas, sangran bajo las patas
de los caballos. Veloces las ruedas giran
en el carro infernal que avanza,
dentro de un circo sin cartel de salida.
Guía la cuadriga vertiginosa, nos urge
la señora VIDA, siempre, con más prisa...
©Marvilla
Terrassa, 12 de Octubre 2017