Soledad

Siempre la soledad,

la certeza clara, la noble sombra,

de toda realidad,

perímetro mental de toda forma.

Soledad celestial,

de lunas, astros, y de las estrellas,

contorno sustancial,

de pinos, cuarzos, y de las ballenas.

 

Eterna soledad,

aislando hasta la ínfima célula;

la fraternidad

en la multitud, absurda luciérnaga.

Soledad tejida,

como entramada con la creación,

silenciosa, blanda

que siempre va contigo por compasión.

 

Origen virginal,

germen de azulada meditación,

del fruto cardinal,

es entorno callado de inspiración.

Del arte aliada,

fecunda los campos del artista,

y en alud manan,

mil rimas, y aladas notas en tinta.

Retiro del santo,

celda sólida en la penitencia,

que cubre con manto

protector de pecados y urgencias.

No luchéis con ella,

pues desde ya es conflicto perdido,

mejor entregarse

a sus abrazos con gesto tranquilo.

 

No es enemiga,

acera, a quiénes a ella no temen.

Tus miedos mitiga,

de su saber de ermitaña, si bebes.

En la hora nona,

los monjes oran por la eternidad,

soledad visiona

un hueco de paz en la oscuridad,

Y fiel se reclina,

junto a los que le dieron la mano,

sensual y marina,

para confortar a tales amados,

con manso reposo,

los invita a una plácida quietud,

en amor piadoso,

en soledad, que reboza gratitud.

 

 

©Marvilla

21 de agosto 2015.

Soy Aire, Por el Aire

Me gustaría irme como suave brisa

despeinando la cabeza de la gente

alguna mañana temprana y tranquila

y con las copas de los árboles fragantes

hacer un brindis efusivo, siendo aire.

 

Silbando gozoso entre altos edificios

saludar al mar, los campos y montañas

que responden con tornasolada gratitud

tanto embeleso mio, ante la naturaleza.

 

Soy brisa y volaría al fin entre cigüeñas

en un viaje intercontinental a la verdad

a ver mi tierra natal y mansamente llorar,

lágrimas vueltas rocío de la mañana,

brillando en el alma de mi gran manada

un instante, y que la sed de las nubes

me regrese en paz otra vez brisa, al aire.

 

En mullida nube atalaya, gozar de pleno,

el espectáculo caleidoscópico perfecto

de un último ocaso de sol, al languidecer.

 

Rozar el soplo nocturno de vasto misterio

azul de tan profundo, irisado de estelas

y que del aire surja acariciante melodía,

de Ravel, aquella frágil pavana, como gasa

que me envuelva cual una sedosa sábana

y ya en volandas me conduzcan luciérnagas

desde la penumbra oscura, hasta la pura nada...

 

 

©Marvilla

Barcelona 13 de marzo 2016