Finalmente irrumpe la translúcida lágrima
sin barreras, sin cortafuegos a la verdad
se abre paso inexorable desde mi pupila
desde tanta honda negrura sin vacilar
Finalmente imparables en mis ojos brillan
tiemblan gelatinosas a punto de estallar
ajenas a tantos prejuicios se encaminan
negando que un hombre no debe llorar
Se columpia en mis negras pestañas
un ambarino ejercito de salvación
en este punto ya no me importa nada
solo esta líquida cascada de ablución
que desde todo mi cuerpo se derrama
y todo lo arrastra el convulso aluvión
He roto mis válvulas de seguridad
estallan en mil pedazos mis diques
en trizas como una copa de cristal
basta una lágrima y todo se extingue
Soy agua y asiento con la química
hoy yo me ahogo en un mar salado
más armónico con mi dualidad líquida
mi dolor sublimado por este océano
que llega solícito a lavar mis heridas
a borrar con oleadas la angustia asfixiante
que viene humilde a barrer mis dudas
a lavar mi casa de las penas sofocantes
A un punto la tormenta ruge más lejana
como un espejismo se aleja entre nubes
la torrencial lluvia se vuelve casi mansa
y yo sereno respiro una paz que reluce...
©Marvilla
Terrassa, 7 de agosto 2016
Una figura sentada en la plaza
allí insólita, conquista mi retina.
Una simple maleta con hilo atada
aloja lo que queda de su vida.
Ella impasible, su cabello peina
su imagen en mi alma se clava
y sus nobles gestos destilan
erizada angustia en la mañana.
Sea soleada, sea gris la jornada,
perpetua ella en la plomiza acera
desde un banco de aquella plaza,
es como una agonizante estrella.
En su órbita desolada gravito
con un ahogo soldado al pecho,
ajado, que voy de pena transido
al ver la pulcra mujer sin techo.
¡Oh dama sin hogar, sospecho,
que al caer la noche en la plaza
seas solitaria mujer sin lecho,
sollozando en oscuridad abrazada!
Herida por días cicateros y tristes
de la sociedad tan desgajada,
nómada en la corte de habitantes
en el negro asfalto olvidada.
Su vida por las calles rueda
con el color de la desesperanza.
En una injusta cuarentena
del cinismo del hombre, la estampa.
¿Dónde su cántaro se rompió?
¿Qué fue de su refugio, de su abrigo?
¿Qué temporal su seguridad destrozó;
dejando su cama, su manta ateridos,
haciendo las paredes añicos,
estallando en pedazos el techo?
Hoy se abre bajo ella un abismo,
hoy tanta gente pasa a su lado
con su dura coraza provistos,
dentro de su burbuja aislados.
Y hasta yo me siento tan sucio
sabiendo que también te defraudo.
Seguro, me escondo en mi refugio,
mas de mi naturaleza me espanto.
Hoy a la calle han lanzado
un espejo de cuerpo entero.
Frente a él la he visto coqueteando
con el azar que le regaló un espejo.
La he visto mirarse extasiada,
capturada en la acerada superficie
del resto del mundo escapaba,
la transportaba a recuerdos felices.
Regresaba a una edad lejana
al recuperar su imagen, sonreía,
la mujer de su cuerpo olvidada
que de cuerpo entero se veía,
la mujer solitaria sin espejo
que perder su rostro temía.
Ahora ella tan despojada, entendía
el valor de los perdidos espejos.
Después de aquel puro éxtasis
la dama desapareció de la plaza
y para mí no hubo catarsis,
en mi alma quedó alojada
como un inquietante paréntesis.
En mi alma, su recuerdo es una llaga.
-Ella impasible, su cabello peina
en mi alma su imagen clavada
y sus nobles gestos destilan
erizada angustia por el mañana-.
©Marvilla
Barcelona, 7 de mayo 2016